José María Arguedas tuvo una infancia complicada. Eso todos lo sabemos. Maltratado por su madrastra y su hermanastro, y obligado a vivir con la servidumbre indígena como una especie de “crueldad” y castigo. Lo que no sabían es que le estaban dando una lección de vida y, sin que el mismo Arguedas lo supiera, el impulso para lo que fue una carrera exitosa.

Su vida ha sido fuente de inspiración para todas sus obras. Es por eso que Arguedas fue uno de los grandes representantes de la narrativa indigenista en el Perú. Él pudo relatar las historias desde el interior. Pudo plasmar en sus obras lo que pensaban, sentían y vivían día a día las comunidades indígenas. Y así se ganó el respeto de los peruanos.

“Yo soy hechura de mi madrastra” lo puedo interpretar como un discurso de agradecimiento a lo que le hicieron vivir; porque cada dolor y cada experiencia lo marcaron con momentos que no pudo olvidar y que forjaron en él una personalidad y un talento que podemos corroborar leyendo cualquiera de sus obras maestras. Su madrastra, con sus castigos y maltratos, lo convirtieron en el grandioso escritor que fue y seguirá siendo.

Gonzalo Philipps